El obsceno pjaro de la noche pdf
Sigue barriendo. Trata de agradar, como si fuera nuestra sirvienta. La Iris no se duerme. La desconocemos. Comienza a gemir. Se inclina sobre la Damiana. Se lo pone. Todas, incluso la Iris, soltamos carcajadas. Se lo pasamos. La Iris se levanta de su cama y envuelve las caderas y las piernas de la vieja con el chal.
La guagua se pone a gemir. La Iris la pasea de un lado para otro La Damiana abre los ojos. La Iris se sienta en un piso junto al brasero, seria, concentrada.
Desabotona su chaleco. Saca uno de sus pechos pesados. La Iris guarda sus pechos. Tienes que cambiar a tu guagua, Iris Ya no mueves tus caderas, se cierran tus ojos. La Damiana parece haberse dormido. La Iris canturrea mientras va espolvoreando talco sobre el vello negro. Nos retiramos cada una a sus quehaceres.
Arrunurrupata que viene la vaca a comerte el poto porque tiene caca Ya no se separan, ella y la Damiana. Todas hemos olvidado que se llama Damiana. Le decimos la guagua de la Iris. La Iris abre las piernas de la Damiana. No me ofende la fealdad de su sexo descubierto. Al contrario. Voy disminuyendo poco a poco. Puedo guardar mi sexo. Como he guardado mi voz. La Damiana se ha encogido mucho. Ya no es Gina, la Pantera de Broadway, la novia del Gigante.
No recuerda al Gigante. Para eso estoy preparando esta casita. Si uno levanta el techo pegado al resto con dos bisagras, toca El Carnaval de Venecia.
Debo acomodar a la Iris en ese interior. Tengo que urdir algo para deshacerme de la Damiana, pero no puedo vigilarlas, duermen juntas y no puedo dormir con ellas. Tengo miedo No se ofenda, Rita La gente les tiene miedo a los monstruos. Sufren mucho los pobres.
Los monstruos son harto valiosos, son escasos, casi no hay. En tu mente tradicional existe un padre que hay que buscar para cargarlo con el hijo. Pero pronto cerraron la ventana. Se despidieron con un beso de amigas en la mejilla. Cada una se fue a acostar en su cuarto.
Tengo el chalet suizo bajo el brazo. Hablas con una voz muy baja y muy serena, que desconozco. Suelto las llaves en el bolsillo de mi guardapolvo. No respondo. Arranco mi mano de tu pecho. No oigo. Pura mentira. No soi mudo. Por eso es que te iba llamando por los corredores, para que me oyerai y me dejarai salir. No soi mudo ni sordo. Esperas un momento. Tu mano no encuentra nada. Se rio diciendo que claro que no. Quito la tranca. Abro la puerta y salgo.
Pero por dentro, inmediatamente, vuelven a poner la tranca No puedo. Algo se agita entre esas matas: un perro acude a echarse junto a mi fuego.
Oigo la lluvia que cae afuera, la persistencia familiar de la gotera cayendo en la palangana colocada bajo el vidrio roto de la claraboya. No creas que me sorprende verte. Seguiste tu camino. Es ese libro que hojeas. Lo conoces bien. Te vas a ir. No me concedes importancia. Me has obedecido porque te sientas otra vez. No creo que una persona como usted haya escrito este libro No te oigo. Eso lo sabes. No me pegaron. Soy sordomudo.
Te hago repetir tus preguntas. Sigues hojeando. No te veo. Pero ni por un minuto dejas de mirarme. Ahora, tanto las potencias de la luz como las de la oscuridad eran igualmente sus enemigas. No es raro que el recuerdo de Boy se borrara de la memoria de la gente. Sus enemigos lo tildaban de arrogante, hasta de vanidoso. Palabra por palabra. Pongo punto final.
La demora de don Clemente no era habitual. Los comensales celebraron con risotadas esta prueba de los apetitos proverbialmente insaciables del ministro. Tus padres se casaron al final de la guerra en que recuperamos las provincias del norte.
Debes andar por la treintena. Ese era el problema importante. En cierta provincia clave faltaba un candidato con ascendiente sobre el populacho, un hombre de fortuna que estuviera dispuesto a comprar lo que no se daba, un nombre que significara fuerza real.
Los miembros de las dos facciones irreconciliables del partido cruzaron palabras gruesas sobre los restos del almuerzo. Pero no lograba interesarse por ese lugar, era tan pobre el incentivo. Y hasta cierto punto era verdad. Solamente la falta de libertad determina deberes.
Tantas preocupaciones. Tengo algo que proponerte. Nada peor que los viajes. Y sin embargo Es una blasfemia. Pero las dudas son demasiado complejas en estos tiempos de cruzada. Apuesto que ni siquiera te has preocupado de visitar lo que es tuyo. Que la Peta te cuente.
La Peta Ponce. Vas a ver cuando nos casemos. Te tiene un regalo Te tiene un regalo que dice que es digno de ti. Vamos a verla. No va a molestar. Vas a ver. Impedirle participar en esta otra serie de medallones ligados a la servidumbre, al olvido, a la muerte.
La casa nueva es grande. Ahora tenemos que irnos. Ella es tan vieja que sabe cosas que ya nadie recuerda. Darle plata. Las manos infantiles de su novia lo aferraron para detenerlo y contarle: —Yo era muy chica. Me hizo jurar que nunca se lo iba a contar a nadie. Esa primera noche de casados fueron don Clemente y la Peta Ponce, pugnando por prevalecer, los que los animaron, como titiriteros a sus monigotes de cartonpiedra.
No es de nadie. Ronda las patas de los caballos amarrados a la vara, encogida por su avidez de morderles las canillas.
En nada Y odiarte. Pero no puedo. Dejo caer mi mano que roza casi casualmente tu mano. De nuevo rozo tu mano. Todos me pertenecen. Pero la multitud achispada por el vino se paseaba sin centro por la plaza.
Una masa gris, susurrante, se iba aglomerando bajo la doble fila de palmeras que bordeaba la plaza por los cuatro costados. Pero sus correligionarios, que espiaban por las rendijas de las ventanas, le rogaron que no lo hiciera. Los rotos nos odian. Nos tienen envidia. Quieren quitarnos todo. La multitud aglutinada iba avanzando desde las avenidas laterales de palmeras para concentrarse en la avenida frente al Club Social.
Se detuvo para encender otro puro. Se agitaban sombreros en el aire. Era el minuto antes de la sangre. Se callaron. No, el suyo no, para que no sospechen nada. El cura nos estaba ayudando a trepar al tejado. Ya era hora de que vinieran.
La trancamos por dentro. Pero ya arriba no fui capaz de dominarme. No pude contestarle. Me detuve un minuto, dos minutos, en el techo frente a la plaza. Mis palabras no entraron en la historia.
La cicatriz se me pone dura como un nudo, sangrienta como un estigma. Ellos me la confirieron. No, no me mataron. No conservo recuerdo de ese momento. Y me fui al campo, madre Benita. La autoridad de su silencio la eliminaba. Era el fin. Ninguna potencia les prestaba ayuda.
Me flaquearon las rodillas, como si me fuera a desmayar de nuevo. Ella que duerme tan poco y sabe de esas cosas, es meica Para sentarme junto a este brasero. Su salud era perfecta. Yo no preguntaba. Tengo miedo de que si no le hacen alguna cosa, algo le va a pasar. Afuera, la casa y el campo conspiraban con una quietud total. Por eso la he venido a guardar en esta casa llena de mugres, vejestorios, cachivaches, cosas abyectas, inmundas.
Encendieron todas las luces del corredor. Ahora a dormir. Cada uno se acuesta en su cama. Apagan las luces. Va a ir a la ventana para echarla. La perra no debe aullar de nuevo. La perra vuelve a aullar. Se incorpora. La perra amarilla corre impune entre las ramazones del parque, dialoga con la luna, gime, vuelve a huir y a acercarse y a instalarse a aullar intolerablemente debajo de su ventana.
En el corredor se detiene a silbarles a sus cuatro perros negros Acuden a bailar alrededor suyo. Los perros negros obedecen. Este macizo de abutilones. Boy va creciendo en su vientre.
La Peta y yo quedamos excluidos del placer. Pero no. No era eso. No, Peta. No me persigas. Todo estaba dispuesto. Una cosa es la fealdad. Y Melchor, leyendo diarios y revistas viejas en su cueva del basural, era una sola mancha color frambuesa cuyos grumos le borroneaban las facciones. Los desechados, en realidad, eran pocos. No, no, no Algunos, asustados por lo que creyeron exigencias, regresaron a sus escondrijos en sitios eriazos, en grutas horadadas en la zarzamora, a sus conventos y a sus circos.
Pero otros escucharon y entendieron. Terminaremos por odiarlo. Pero el papel de Humberto entre ustedes es importante por lo menos por dos razones. Era verano. Las chicharras entonaban el consabido concierto del calor en la magnificencia del parque. Tendidos uno junto al otro, mudos, con los ojos cerrados bajo los anteojos oscuros, se tostaban al sol.
Larry, ni regalado. Pero no importaba. Lo de siempre. Y al no beber quedaba excluido. Y era verdad. Regresaba feliz a su torre, a su biblioteca dominada por las ruinas de Claude Lorrain, a sus charlas con el doctor Azula y Emperatriz y el hermano Mateo en su terraza. Los monstruos eran todos excepciones.
Lo esperaba en su boudoir. Que el doctor Azula esperara. Y ahora, este asuntito de la diarrea verde. Y ahora, de repente, caca verde Si todas fueran como ella Todo esto tiene un ambientito tan sospechosamente griego. Humberto se rio. Luego silencio. Y Humberto: —Los dos quedan despedidos.
No han comprendido ni la primera letra de nuestro proyecto. Se van esta misma noche. Circundaron el estanque hasta alcanzar los corredores del otro patio. Emperatriz les dijo: —Vayan a preparar sus cosas para irse esta noche.
Humberto los detuvo: —No, que no salgan de este patio. Si salen, le van a contar las cosas a todo el mundo, y como son unos mentirosos, se va a producir un caos. Que no hablen con nadie. El anzuelo. El gancho sangriento. No ellos, acechantes y susurrantes. Ellos mismos, y sus quehaceres, eran invento suyo. Que no se rebelaran. Puso dos cubos de hielo en un vaso. El trayecto era corto. En el departamento de Emperatriz, frente a la torre de Humberto, se encendieron las luces.
Para comenzar, el tal Larry era un inservible. Todo en la cabeza, todo. Y masculinas. A carcajadas. El doctor Azula, claro Rosario con sus muletas Emperatriz era capaz de envenenar mucho en media hora Al lado izquierdo.
El whisky. Maldito whisky. No me gusta Me tiendo en la cama. Es urgente. Pero tengo miedo de que ahora que nos echan de todas las pensiones porque no pagamos vaya a comenzar a fundirme. La culpa la tiene la Emperatriz por no defendernos. Me estuvo mostrando la ropa que tiene preparada.
Bostezaron los dos. Ellos se sentaron en la cama para preguntarle: —Bueno. Ni siquiera voy a necesitar acercarme a las casas. Puedo esconderme en cualquier parte y echar a correr rumores Eso a estas horas lo debe saber todo el mundo, porque nosotros se lo contamos a Melchor.
Es necesario deshacer esa pareja. Que ella se transforme en enemiga de don Humberto. Los parques: pero siempre les he tenido miedo a los parques. Las iglesias eran frescas, pero escasa la luz. Era la paz, madre Benita. La seguridad. Me detengo a mirarlas. Las conozco. Son mis amigas.
En el reflejo del cristal de esa vitrina mi rostro calza perfectamente en el rostro de algunas momias. Fue entonces, madre Benita. Le dije: soy escritor. Como mi memoria es excelente, poco estudio me bastaba. No desear ni ser deseado por nadie. Ir a buscar a Emperatriz. Mis pies buscaron las zapatillas. Estoy al borde. Usted no es la madre Benita. Es robo. No oigo sus pasos. Con mis manos recorro mi cuerpo. Eso es lo que quieren.
Pero no me voy a dormir. Es ella. Yo esperaba hasta que cerraran. El lunes te pago. Por suscripciones, claro. Una cuota inicial bastaba. Vas a ir a verlo. Usted se rio. Las conversaciones de las otras mesas bajaron de tono. Cierro los ojos para alejar la nostalgia desoladora de la calle. Eso es lo que van a hacer. Abro los ojos: nada se ha movido en el cuadrado de mi ventana. Trato de incorporarme.
Pero no puede ser. Tiene que ser de otro modo. Otra cosa. Al fin y al cabo, yo soy un ser limitado. Por eso me adormecen. Creen que duermo. Hablan en voces muy bajas. Que me crean dormido. Es mi enemigo. Todos son enemigos. No voy a abrir los ojos.
Que el doctor Azula me los extirpe. He encontrado la paz. Figuras conocidas comienzan a moverse en la calle. Oigo pasos. Debe haber sido durante mi ausencia en el hospital mientras me extirpaban el ochenta por ciento. Usted ve, madre Benita, no me puedo mover. Te sientas y no te vas. Pero entonces Me espera en el parque.
Me tomas la mano. Dejo mi escoba para acudir cuando usted me llama sin llamarme. De modo que ten paciencia, hija.
Hice una lista de todas las asiladas con sus historias personales, o lo que ellas se acuerdan o me quieren contar. Hay que mandar a varias al manicomio No puede ser. Su oficina se las administraba.
Me dio sus poderes notariales, madre Benita. Es terrible que a una la carguen con los poderes de otra. Era un juego. Estoy terminando de liquidarla Ha engordado mucho. Puro papel. Ahora se restriega las manos gordas, blancas, cubiertas con vello negro. Con la sotana arremangada levanta una pierna gorda, la deja un segundo en el aire con el pie en punta como si fuera el pie de una danzarina, y la baja porque no puede subirse a la sillita. Alza la otra pierna, resopla, la baja, es incapaz.
Se sienta en la sillita. La silla tiembla. Ahora tiene miedo. Quiere bajar. La madre Benita y el Mudito lo ayudan a incorporarse. Usted no puede decir: porque estaba durmiendo. Flashes of seriously gorgeous prose By using this site, you agree to the Terms of Use and Privacy Policy. Let aside this flaw, which is mostly a matter of personal taste, I enjoyed this novel very much. The whole novel is infused with the myth of the Imbunche, even the House is transformed gradually into one, as the windows are bricked-up, rooms and corridors hidden under false walls, as if they never existed.
View all subjects More like this Similar Items. Logra cautivar, la prosa fluye muy bien. To describe the novel as being labrynthe-esque is to do a disservice to its complexity; it is as if I was deep below the surface of the ocean — unable to grasp which way was up, which way was down. Monica Morales rated it liked it Jun 15, En cualquier caso, un placer terminar esta lectura. A masterpiece that deserves much wider readership. The Obscene Bird of Night is itself an imbunche, a twisted narrative that at one point might have been a common fairy tale that morphed into this bizarre creation.
Delivery and Returns see our delivery rates and policies thinking of returning an item? Leer-e rated it really liked it Jul 03, Martin and Leonard Mates. This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these cookies, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are as essential for the working of basic functionalities of the website.
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But opting out of some of these cookies may have an effect on your browsing experience. See our Returns Policy. El personaje principal, el narrador de esta historia es: Visit our Help Pages. You will probably read this book differently. But there are also parts of pure beauty: View all subjects More like this Similar Items. D complejos, que contemplan su desgracia y la aceptan, porque son obsdeno de una de las dos clases sociales que imperan dentro del contexto de la historia, miles de interpolaciones textuales que se entrecruzan dentro de algunos momentos, y continuamente, se deshilvana una obra maestra, tanto desde el punto de vista de la forma como del contenido.
Want to Pbsceno Currently Reading Read. This is a must-read for students of and experts in Spanish and Latin American Studies. Espero terminar este mes la lectura. Los diarios de Emilio Obscenp View all 20 comments.
Cristian Canales rated it really liked it Jan 19, View all 8 comments. It is the product of magic and witchcraft.
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